domingo, 3 de febrero de 2013

La prisión

Me encontraba desmayado, tirado en el suelo luego de haber caído desde una gran altura. ¿Idea alguna de donde me encontraba? ninguna. Miré hacía arriba. A lo lejos veía la luz, el origen de este profundo hueco. Apenas y podía moverme, la contusión era grave; no sangraba, pero sentía un dolor absurdo en mi interior.

Dos horas duré allí tirado, preguntándome como había llegado a ese oscuro lugar. No me venían ideas a la cabeza, olvidé quien era e incluso donde me encontraba. Recordaba todo excepto esas dos cosas. Recuerdos, personas y cosas venían a mi mente, ninguno evocaba imagen mía. Comencé a recuperar la movilidad. Primero en los pies y luego logré arrastrarme con las manos. Miré a un extremo del gran hoyo. Una cueva. Me acerqué arrastrándome. Cuando estuve frente a ella, presentí, sentí que debía alejarme. Veía como la luz evitaba su entrada en ella. Miré a mi alrededor, solo esta entrada se formaba en la roca. Pensé, lógicamente, que no habría mas opción que adentrarme. Entré pero no logre avanzar. Espere gran rato en la entrada. Me encontraba agotado, adolorido, sin fuerza para siquiera moverme. Me quedé dormido.

Me desperté. No sé cuanto tiempo estuve allí. ¿Dos horas, dos días?, no lo sabía y no lo quería saber. Luego de unos minutos ya me encontraba mejor, tanto, que incluso logré ponerme de pie. Salí y miré el fondo del profundo hueco. Intenté escalar sus paredes sin éxito. La ansiedad, el miedo, la tristeza, la desesperación de sentirme atrapado llenaron el caudal de mis pensamientos. Al final, la única opción: la extraña cueva. Dude mucho antes de adentrarme, la verdad; sin luz no sabía donde me llevaría ese camino, no sabía que me encontraría. Preferí exponerme, pensé: "al final es lo mejor, la única esperanza que me queda". Caminé durante diez minutos. Totalmente oscuro, ni un tenue rayo de luz logré observar. Se apoderaron de mí el miedo y la desesperación. Sentía como en cada minuto que transcurría me alejaba de la vida, y la muerte me daba su bienvenida. Tuve que hacer un alto y cerrar mis ojos, aunque en realidad fuese lo mismo tenerlos abiertos. Medité y logré calmar mis miedos. Continué caminando, ya sin noción del tiempo y el espacio. Utilizaba mis manos para guiarme y daba pasos cortos para evitar cualquier desliz. Luego de no sé, quizá cincuenta metros, vi una luz. Un azul tenue se comenzaba a divisar a lo lejos, un azul frío que me helaba mas que la oscuridad en la que estaba sumido. La oscuridad se fue desvaneciendo mientras me acercaba a una salida. Primero reservé mi prudencia pero luego corrí, pensaba que allí estaba la puerta por la que saldría de esta: mi nueva prisión.

Al salir, o mas bien al entrar, me encontré en una caverna gigantesca. En la mitad de la caverna, una inmensa pared de hielo imposible de rebasar, se interponía entre mi reclusión y mi libertad.

Intenté muchas formas de lograr, al menos, que la gigantesca muralla de hielo cediera y me abriera algún espacio. Inmutable, rígida, ni los golpes lograban rasguñar su superficie. El calor no surtía efecto, no era hielo lo que veía, de eso estaba totalmente seguro.

Luego de algunos lapsos de esquizofrenia, delirio y total conciencia, me dí cuenta que podía ver las formas que se dibujaban al otro lado de la fría pared. Era una especie de mural impresionista de inmensidad asombrosa. Verdes, azules, colores cálidos tornados fríos por la capa gigantesca y helada. Formas que aparecían y se desvanecían dentro de ese mundo pictórico danzaban al otro extremo. Por intuición comencé a gritar. El cuadro no cambiaba de aspecto, los mismos colores, las mismas formas indivisibles en la pared continuaban su aparición y desaparición como espectros de ultratumba. Cansado me senté sobre una roca, que casualmente, se asemejaba a una silla.

No sabía cuando me había quedado dormido. No estaba sobre la "roca silla" sobre la que me había sentado antes. Estaba cómodamente recostado en una capa de musgo seco, iluminado por la misma e ilusoria tenue luz azulada. Al mirar nuevamente la pantalla impresionista de colores cálidamente fríos, me asusté. Una forma que no estaba antes en el cuadro, ahora se encontraba en medio de éste, moviéndose, aparentemente buscando algo. Me acerqué para ver de que se trataba. Por la forma que lograba distinguir, deduje que era una persona, una mujer. Grité, claro, pero sin respuesta. Me movía, pegaba al gran muro con rocas y todo lo que encontraba, pero aún así, no obtenía respuesta alguna. Luego de un tiempo la figura se desvaneció y quedé nuevamente solo, mirando el mismo cuadro impresionista. La esperanza, lo que me ataba a la vida se fue, poco a poco, reduciendo a nada. Comencé por aceptar el final inevitable que veía, que se asomaba en esa oscura cueva por la que había llegado. Lloraba desgarradoramente, gritaba consignas a mi absurdo final, quería sacarme todo ese mal, todo ese sentimiento incontenible de arrepentimiento que solo me daba culpa.

Tenía los ojos nublados por las lágrimas que aún me recorrían el rostro. Me encontraba sentado contra la incontenible pared de hielo dando la espalda a la luz que, creí, vería mejor algún día. Mis ojos solo miraban la entrada de la oscura cueva, no les interesaba nada más. Unos deseos incontrolables de volver a esa bella oscuridad comenzaron a secar mis lágrimas. Recordé lo intenso, la emoción, el miedo, la incertidumbre de estar en esa oscuridad. No era un mal final para mi existencia. Tome fuerza. Apoyé mi mano derecha sobre mi rodilla para levantarme. Mi rostro dejó caer la mirada al suelo en ese suave levantar. Pero antes de que hubiese estado totalmente erguido, sentí algo. Un sonido, una voz, suave, tíbia, hermosa me hablaba tras de mi. Me dí vuelta, y acompañada, distinguí la figura de esa mujer que me había acompañado antes. Fue en ese preciso instante que olvidé por completo el deseo de volver a esa oscuridad....

domingo, 9 de septiembre de 2012

Sueño II

Soñé con dos lunas menguantes... no sé que donde estaba, pero era maravilloso.


Sueño I


Soñé que iba en un tren a gran velocidad. No podía detenerse y todas las personas dentro de él sufrían de miedo. Miraba sus rostros, miraba como se sostenían a cualquier saliente dentro del vagón. Pensé por un instante que a lo largo del trayecto, en algún punto, el tren se detendría. Había una cuesta más adelante. Efectivamente el tren se detuvo al subir la cuesta empinada, pero inmediatamente retornó como había llegado. Cuando se detuvo completamente salí del vagón, era un lugar conocido donde estaba, una estación de Metro. Miré al rededor y ví a una amiga al lado del río, estaba arrodillada, me miró y gritó. Necesitaba ayuda. Yo inmediatamente bajé a ayudarla. Cuando hube llegado me mostró su dedo índice. Tenía una picadura un tanto grotesca, le pregunté que había sucedido pero no escuché lo que me dijo; la miré y sentí su miedo, no sabía lo que era y quería tanto su vida. Corrimos a un hospital y en el camino... termina el sueño.

miércoles, 25 de julio de 2012

Una vela que cobró vida a las 2:45 de la tarde

Fue normal que la vela cobrara vida. No fue nada del otro mundo pues simplemente necesitaba que lloviese precisamente ese día a esa precisa hora. Nadie, absolutamente nadie, se enteró de tan maravilloso suceso pues la vela estaba comodamente ubicada en el Monasterio de Rongbuk, un templo budista ubicado en lo que se conoce como "El monte Everest". Lo primero que pensó la vela luego de su desdoblamiento en este mundo fue que no podía ver nada. Lo subsecuente fue algo muy normal; pasó por las fases normales por las que pasan las millones de velas que cobran vida todos los días en este mundo: tuvo frustración, miedo, crisis existencial, sufrió de varicela y tuvo un ápice de esperanza; pero al final, y luego de muchas meditaciones, su corta vida finalizó luego de que la llama que iluminaba sus ideas la consumiera por completo. Su último pensamiento fue: "Bueno, al menos podré reencarnar en algo diferente la próxima ocasión"; pensamiento, que por cierto, se sale por completo de mi entendimiento ya que alcanzar en 2 horas una idea que le tomó a muchos hombres idear en 2000 años no es algo muy común que digamos. Quizás se publiquen millones de libros con respecto al porqué la vela pensó eso, pero por ahora solo nos queda especular.

domingo, 22 de julio de 2012

sábado, 21 de julio de 2012

Drácula drácula drá cha cha cha

Levantandose de la cama a media noche se dio cuenta que no estaba sola. Sentía una extraña pero dulce presencia a su alrededor. - dulce, dulce debido a que se había bañando con shampoo de cerezas antes de dormirse -. Era extraño, incluso, ya que no sabía porque se había despertado tan abruptamente. De hecho recordaba el sueño que estaba viviendo inmediatamente antes de abrir los ojos; ella era una princesa encadenada en una roca, atada con miles de cadenas al frente del mar - claramente era afrodita -. Lloraba y suplicaba por su vida ya que su pueblo la entregó como ofrenda al dios del mar para calmar su cólera. Sentimientos de desesperación y satisfacción de ser la elegida recorrían su cuerpo, además sabía que estaba soñando, era uno de esos sueños lúcidos que llaman por ahí. El caso es que su desesperación no encontró final pues se despertó en medio de la noche. Despierta, su corazón empezó a palpitar, cada vez más y más fuerte. Parada - claramente de pie - al lado de su cama, sentía como era observada. Observada por la pequeña abertura de su armario, por ese leve destello que se veía a un metro por encima del suelo. Era rojo - como los ojos que quedan en las fotos que tomamos con las cámaras baratas en horas de la noche -, rojo carmesí, sangriento. De repente su corazón, su mente y el punto rojo carmesí encontraron la tonada final... el destello rojo se multiplicó, dos, dos colmillos, un cuello, una damicela de los tiempos modernos desmayada en las manos de un vampiro. Claramente estaba soñando.